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domingo, 5 de julio de 2020

Descubren una cueva sumergida con los restos de una civilización 8.000 años anterior a los Mayas


La península de Yucatán. A pocos kilómetros de las playas donde los turistas se tuestan al sol, un equipo de investigadores explora el acuífero de Quintana Roo, un traicionero complejo de cuevas sumergidas. En sus profundidades han hallado los restos de una civilización 8.000 años anterior al Imperio Maya.

Todo comenzó en 2017, cuando los exploradores del Centro Investigador del Sistema Acuífero de Quintana Roo (CINDAQ), Sam Meacham y Fred Devos se adentraron en una parte inexplorada de las cuevas. El subsuelo de Yucatán es una vasta red de túneles, cuevas, pozos y cenotes que hoy están inundados, pero que en su día estaban sobre el nivel del mar. El complejo Sac Actun, con más de 374 kilómetros, está considerado la cueva submarina más grande del mundo, pero aunque es el más conocido, no es ni mucho menos el único. Bucear en estas cuevas tiene poco que ver con el turismo que se baña en los cenotes a pie de playa. Es un trabajo peligroso que requiere de una preparación experta.


Los exploradores del CINDAQ llevan años cartografiando cientos de kilómetros de este mundo subterráneo, pero cuando Meacham y Devos se adentraron en aquella nueva zona descubrieron algo emocionante.


No eran los primeros seres humanos en entrar allí.

El hallazgo no tardó en comunicarse al Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), que organizó una expedición. Durante más de 100 inmersiones y 600 horas de trabajo, Meacham y Devos, junto al buceador del CINDAQ Cristophe le Maillot y el experto en espeleología submarina Eduard Reinhardt han recogido muestras y tomado más de 20.000 fotografías. Han escaneado la cueva en 3D y han tomado fotos en 360 grados para que los arqueólogos no tengan que bucear por los estrechos y traicioneros pasajes, algunos de apenas 70cm de ancho, que hay que recorrer para llegar hasta la cueva.

Sus resultados acaban de publicarse en la revista Science Advances, y son un hito importante en la prehistoria del continente americano. Lo que han encontrado son los restos prácticamente inmaculados de una mina de ocre. Son los indicios arqueológicos de actividad humana más antiguos de todo el hemisferio oeste. La datación estima que los seres humanos que extraían ocre en aquellas cuevas preceden en alrededor de 8.000 años a los Mayas.


El ocre es un mineral terroso formado por óxido de hierro hidratado y generalmente mezclado con arcilla. Este polvo de color anaranjado o rojizo es probablemente el pigmento natural más antiguo conocido. Su uso se remonta a mucho antes de nuestra especie. Los Neandertal ya pintaban con él sus pinturas rupestres, y las primeras evidencias de su empleo por parte de homínidos se remonta a hace más de 170.000 años en África. En la antigüedad era un recurso valioso por el que merecía la pena arriesgar el pellejo adentrándose en kilómetros y kilómetros de cuevas. Además de en pinturas rupestres, el ocre se usaba para teñir objetos, en ritos funerarios y hasta como elemento de higiene personal por su capacidad para proteger de insectos y paliar malos olores.

No es la primera vez que se descubren restos de presencia humana así de antiguos en las cuevas inundadas bajo Yucatán. En 2014, un equipo de buceadores del INAH encontraron los restos de Naia, una joven que vivió hace entre 12.000 y 13.000 años. Sin embargo, nunca hasta ahora se habían encontrado restos de actividad humana con esa misma antigüedad.

Lo fascinante de este hallazgo arqueológico no es solo su antigüedad, sino su estado de conservación. El agua de mar selló la cueva haciéndola inacccesible sin el equipo adecuado, y conservó los restos en exactamente la misma posición en la que los dejaron sus habitantes hace 12.000 años. Los exploradores han encontrado las herramientas con las que extraían el ocre junto a los pozos que excavaban. Dispersos aquí y allá hay montones de piedras que los mineros usaban para orientarse en la cueva. Junto a los pozos, los restos de hogueras aún tienen fragmentos de carbón del que se podría identificar hasta la especie de árbol a la que pertenecen cuando se practiquen más análisis. En algunas zonas de los casi 900 metros que tiene este complejo minero las hogueras dejaron una marca de hollín en el techo de la cueva que aún es visible hoy.

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